Familia de Carlos IV

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El Libro de las Familias

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El Libro de las Familias de 1866

miércoles, 20 de febrero de 2013

Visitando a Goya




Silvia me mete siempre en estos maravillosos “fregaos”  y le estoy muy agradecida, deseando que me prepare el que viene.  Es una apasionada de Madrid y con ella estoy descubriendo el  apasionante Madrid desconocido que no aparece en las guías.

Ya me tenía organizado el día del jueves.  Quedamos a las 11 para ir en  el cercanías que nos llevaría a Atocha.  Un día estridentemente soleado y suave de febrero nos acompaño en todo momento y lo disfrutamos como dos chiquillas haciendo travesuras. 

Atocha para arriba por el Paseo del Prado hasta llegar al Museo del Prado, la primera y más importante visita de nuestra aventura. ¡A por “Goya! ¡A por Velázquez!  


Goya está repartido en sus tres plantas, así que tuvimos la oportunidad de perdernos un poco. En la sala 32 estaba plantado el cuadro que estaba ansiando ver, y tal como os he contado en “lamiradadegoya”, me había empollado un poco: La Familia de Carlos IV. Sabía de cada uno de sus protagonista, pero quería ahondar más.  Ya se le veía pintas traicioneras al futuro rey Fernando todavía un chiquillo casi adolescente, o es que quizás  lo mire con  ojos de rencor por el gran mal que nos hizo.  




¡Y  a esa María Luisa que lo malcrió!  ¡Y el calzonazos de Carlos IV!  Pero más allá de mis prejuicios miraba a Goya al fondo y le preguntaba:  ¿Y tu qué opinas?  ¿Qué se te pasaba por la cabeza cuando los pintabas?  ¿Ya le veías maneras al Fernandito? La curiosidad me carcomía y Goya, ahí, … ¡sin moverse un ápice!, pero su mirada, … su mirada ….parecía que quería decirme cosas.  La cabeza era un hervidero, fluyendo, en busca de revelaciones, y en ese momento decidí “descubrir la mirada de Goya”.


En una nube de excitación bajamos para buscar la sala 64-65 donde está la última época de Goya.  La mirada de Goya se me aparecía horrorizada, esperpéntica, desquiciada.  La emoción y la tristeza me embargaban.  Estos cuadros casi diabólicos, macabros, grotescos eran un compendio de maldad humana, hambre, desesperación, caos, …….  muerte.


Nada. Ello dirá. 1814-1815  Desastres de la guerra [estampa], 69

La voz de Silvia diciéndome: “tenemos que ir a comer” me saco de mi aturdimiento, y afortunadamente el entrar en contacto con el esplendoroso sol invernal de Madrid me revitalizó.


Habíamos reservado en el restaurante “Vintage” a las 14.30, que estaba pasado  Colón, ya en Paseo de la Castellana, por lo que tendríamos que andar todavía el paseo del Prado y Recoletos;  ¡una buena tirada!  A falta de tiempo, el bus  27 era la mejor elección, ya que vienen constantemente.
Muy cerca del barrio, donde viví parte de mi niñez hasta que me casé, estaba Vintage, un restaurante bastante puestecito pero con un menú bastante asequible de lunes a viernes “16€”   Según luego cotillee dicen cocina mediterránea de vanguardia. La entrada bastante original con un pasillito estilo campestre con frases de Oscar Wilde, y al entrar te topas con  una sala amplia con una acertada combinación de estilos con muchos dorados y espejos.  ¡Menos mal que sabíamos que veníamos de menú del día, porque si no me esperaba clavazo!  No recomendable para los que tengan mucho apetito y poca paciencia.  La comida excelente pero reducida  en contenido, eso si el plato super original no te cabe en la mesa.  Aunque no había muchos comensales, el servicio parsimonioso, por eso digo que os arméis de paciencia – no apto para mi marido. Lo que más me desilusiono fue el postre: Solo tenían uno del menú y encima tenía que ser de chocolate – soy de las raras que no me gusta, aunque soy muy golosa-, así que cafetín.
Cuando nos íbamos a marchar Silvia quería ir sin falta al baño.   ¡El cuarto de baño es lo mejor!
 – Silvia, tu nos has venido aquí a ….. sino a ver el cuarto de baño – le dije, y nos entró de tal manera la risa, que llorábamos sin poder parar  Imposible de encontrar si no preguntas, ya que se encuentra detrás de  unas cortinas muy tupidas de terciopelo, sin puerta,  lleno de dorados, espejos, muy moderno y original, …..,; ah si, no esperes intimidad, es mixto, pero sin meaderos de pie (menos mal)  

Toda contentas después del museo del Prado y del cuarto de baño, decidimos ir dando un paseo a nuestro siguiente destino “Circulo de Bellas Artes” en plena calle Alcalá;  pero tropezamos con los Impresionistas.  


La Fundación Mapfre expone  las obras maestras de “los Impresionistas y Posimpresionistas” el Musee D’Orsay. Destino o no, quién se podía resistir y encima gratis.  Menos mal que el tercio era muy diferente al de Goya, ¡o quizás no tanto!  La exposición fue excepcional y os recomiendo que vayáis lo antes posible, ya que solo hay tres meses para disfrutarla.  Podemos contemplar el cuadro fetiche “El Talisman” de Paul Sérusier de la tendencia y pintura  Nabis. Sobre esta exposición hablaré en una entrada especial dentro de poco.


Ya saturadas pero encantadas por nuestro glorioso día, y atardeciendo, nos encaminamos aceleradas a ver el atardecer en el “atico” del Circulo de Bellas Artes.  Merece la pena pagar 3€ para ver las  las vistas del atardecer de la zona neurálgica de Madrid.  Las fotos por estar sacadas con móvil desmerecen las vistas, que son mucho más impresionantes, pero ¡aquí van!
Para rematar un cafetito en el Circulo de Bellas Artes, contemplando la mítica calle Alcalá.








Ya no tan animadas, pero satisfechas, nos adentramos en el metro de Banco de España hasta nuestros destinos: Hacer la cena a nuestras familias.

Dedicado a mi entrañable y chulapa en cuerpo y alma Silvia.

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