Familia de Carlos IV

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¿Quienes son los protagonistas?

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viva40mas o la felicidad empieza a los 40

El Libro de las Familias

El Libro de las Familias
El Libro de las Familias de 1866

jueves, 11 de abril de 2013

Una infanta de España al estrado - María Josefa de Borbón



Si quieren darme ustedes algún protagonismo conózcanme como Infanta de España,  María Josefa Carmela de Borbón y Sajonía, tratándome de su Alteza Real la Infanta Doña María Josefa, o Princesa de Nápoles y Sicilia, como Uds. prefieran, pero la verdad es que viví sin bomba ni platillo. 

Nací en Gaeta una pequeña ciudad costera de Italia,  perteneciente hoy a la provincia de la Latina, pero entonces dentro del Reino de Nápoles, el 6 de julio de 1744 y fallecí soltera y sin descendencia, muy a mi pesar, con cincuenta y muchos en Madrid, pocos días antes de la llegada de las primeras nieves.

Me llamaron María Josefa por mi abuela materna, María Josefa de Austria. Mi padre,  Rey entonces de  Nápoles y Sicilia, estaba casado con María Amalia de Sajonia, siendo la cuarta de sus hijos, pero la única que sobreviví a mi primeros tres hermanos, que no llegaron a cumplir los 5 años; de hecho  mi hermana mayor María Isabel murió cuando yo apenas contaba un año.


Tengo bellos recuerdos mi niñez y de nuestros veranos en el palacio de Capodimonte, donde se represento mi opera favorita “Dido abandonada “ de Niccolò Piccinni, que no del famoso Puccini, una siglo posterior.



 Y allí me hubiese quedado muy a gusto cuando muy a mi pesar se murió sin descendencia mi medio tío Fernando VI .  


Dejamos con gran tristeza mi amado Nápoles, cuyo reino quedo en manos de mi hermano Fernando.


Ya convertida en  Infanta de España, nos instalamos en España en el otoño de 1759, cumplidos  los quince años, y allí empezaron mis pesares y desgracias, pues un año después murió mi amada madre, que Dios tenga en su gloria. Para mi padre nunca hubo mujer igual, por lo que aún habiéndose quedado viudo joven, no se volvió a casar.

Poco tiempo de llegar pretendieron  casarme con mi tío  Luis de Borbón, pero  descabellada idea no se llevo a cabo, y no me preguntéis porque.

Tiepolo, conocido pintor veneciano, me pinto un poco antes de cumplir los 20 años, pero las calumniosas lenguas dicen que fue un retrato ennoblecido e idealizado , pues no puede ser otra cosa que envidia al verme yo fielmente representada, con porte y cara como eran, hermosos, o así me lo decían.

Poco después, fui propuesta en matrimonio con el Gran Duque de Toscana, que llego a ser  Emperador de Austria, pero tuve la maldita suerte de que en nuestra solemne presentación conociera a mi hasta entonces bien querida hermana  Infanta María Luisa.  Desde ese momento ya no tuvo ojos más que para ella, por lo que los desposorios al final fueron para María Luisa, quedándome yo compuesta y sin novio.

Me quisieron casar tres años después con el tullido viudo Luis XV, que ya contaba con 58 años, cuya mujer María Leszczynska había muerto pocos meses antes. Dicen que me rechazo por mi juventud, si llaman juventud a una solterona desdeñada de 24 años ya bien cumplidos, pero vos populi fue  que era una excusa y que mis gracias no le gustaron.  Tal prestigio me dejo vistiendo santos por el resto de mis días, viviendo primero a costa de mi padre y luego de mi hermano Carlos IV. Lo peor fue soportar a mi insufrible y presuntuosa cuñada,  María Luisa de Parma, nieta de Luis XV, pero no me quedo otra alternativa que aguantar sus ínfulas, agravios y desvergüenzas.

Escasamente dos años antes de morir  fue cuando fui retratada por el gran pintor de la Corte  Francisco de Goya, cuyo cuadro familiar preside  esta sala.  En mayo de 1800 se nos convoco a la familia en el Palacio de Aranjuez para ser pintados por Goya, pero cada uno fue retratado independientemente, para luego trasladarlo al cuadro familiar. Yo toda orgullosa ostentaba mis mejores galas, con la banda de la orden de Damas Nobles de la reina María Luisa, y sobre el pecho el borrón negro y lazo de la insignia de la Orden de Damas nobles del Imperio austríaco o Cruz Estrellada, que sólo recibían las damas de la familia real española. En la cabeza lucía un tocado, a modo de turbante con una pluma de ave del Paraíso, y  adornada con ricos pendientes de diamantes, En el cuadro familiar me ubicó al fondo a la izquierda y él situado detrás, no importándome mi ya poca importancia. Si  estuve contenta de cómo  supo dignificar mi porte e intensidad por el  cuidado de mis expresiones faciales, consiguiendo este aragonés delinear mis facciones de manera delicada y precisa.



Pase a mejor vida sin pena ni gloria con 57 años  en el Palacio Real de Madrid, por muerte natural. Ya en mi tumba cinco años después de haber sido enterrada, me enteré de que mi hermano Carlos perdiera el trono de España y tuviera que marchar al exilio en 1808. De las desgracias y espantos acaecidos tiempos después no se me de vela en este entierro pues ya ni podrida estaba sino era puro huesos.  Dos siglos después se especuló de que mi muerte fue causada por un melanoma que tenía en mi sien derecha, que bien podéis ver en este retrato, ya que un avispado doctor viendo  dicha mancha llego a esa conclusión.  Afortunadamente poco después el susodicho avispado se dio cuenta de que era una manía del Sr. Goya, ya que de lo contrario muchas de las retratadas por Goya hubieran  muerto poco después, y pronto se hubiera corrido la voz de que era pintor de futuras muertas.    Pedí ser sepultada en el convento de Santa Teresa de Madrid, de las monjas Carmelitas, a las que mucho favorecí en  vida a falta de otro quehacer. Pero 76 años después me desvelaron y quebrantaron mis huesos para trasladarme al Panteón de Infantes de El Escorial.

Si de algo se me acusa es de aguantar a mi insufrible  cuñada María Luisa y a mis malcriados sobrinos.  Malcriados y desvergonzados seguro, pero sobrinos en algunos lo dudo. De mi blandengue hermano poco puedo decir, aparte de que fue pelele y títere  en manos de su insidiosa mujer, además de cornudo reiterado a sabiendas. 

¡Nada fui a los ojos de mi familia, pero si víctima de mis desventuras, privándoseme primero de mi querido Nápoles y poco después de mi amada madre, desdeñada a favor de  mi hermana menor, despojada de mis deseados hijos y condenada a la soltería y amargura, así que háganme el favor de mantenerme fuera de este entuerto!

Las historias, lugares, personajes y hechos  son reales, pero con un poco o  quizás un mucho de imaginación e invención. 

viernes, 1 de marzo de 2013

Goya por fin puede hablar

Hemos llamado a los personajes a que entren en la sala. 

Van subiendo a la palestra y se colocan en sus puestos. A su derecha los protagonistas masculinos a la izquierda sus femeninos. Los primeros puestos corresponden a los que a más cargos se les imputan. Todos llevarán una tarjeta identificativa solo con sus nombres de pila, a excepción de Carlos, que pondrá el rey Carlos, y María Luisa de Parma, por haber dos María Luisa. 

En la cabecera, “la mirada de Goya” presidirá la sala.

Se les imputan unos cargos y tendrán el derecho a defenderse. 

En base a los hechos, historias y relatos, vosotros seréis los fiscales y abogados, detractores y defensores., calumniadores y acusadores. 

“La Mirada de Goya” empieza a cobrar vida; ya no es impasible. ¡Goya por fin puede hablar! 

“La Mirada de Goya” ha comenzado.



Os animo a todos a participar en este proceso e interrogatorio.  

Los acusados tienen derecho a defenderse pero se mostrarán los hechos y sus historias.  

Vuestra opinión darán lugar a  sentencias graves o menos graves de los cargos que se les imputen. 

La Mirada de Goya se descubre y ya no se oculta a través de sus cuadros 

¡Se abre la sesión!


viernes, 22 de febrero de 2013

Carlos IV y su familia - La historia de un retrato



En la primavera de 1800 Goya, como primer pintor de Cámara, recibió el encargo de Carlos IV de pintar un retrato de la Familia Real. En ese momento la Familia Real se encontraba en el Palacio de Aranjuéz.

Conozcámolos más de cerca: 

El primero a la izquierda es el príncipe Carlos, el segundo hijo de Carlos IV, y a su lado  su hermano mayor, príncipe Fernando, que fue el heredero del trono.  Fernando creció odiando a sus padres, especialmente a su madre, pero justamente de ella heredo sus peores atributos  que hicieron de él un ser  egoísta, caprichoso y autoritario,  convirtiéndose años después  en un rey muy mal querido por su pueblo.  La señora mayor justo al lado del príncipe Fernando es María Josefa, hermana del rey.  Solterona, muríó poco después de la finalización del cuadro. Justamente al lado de María Josefa hay una mujer joven que vuelve la mirada, por lo que no la podemos ver la cara.  Hay dos hipótesis sobre “la mujer misteriosa”:  Unos dicen que representa a la princesa Maria Amalia, una de las hijas del rey, que murió siendo todavía niña, tres años antes de pintarse el cuadro.  El hecho de que estuviese ausente volviendo la cara podría significar que estaba muerta. Pero la segunda y más popular es que sería la futura mujer del futuro rey, Fernando, como representación de que el actual Príncipe de Asturias se casaría algún día, perpetuando la dinastía.  Por que todavía no se sabía quien era, la futura consorte esta en una postura "ausente al no existir en ese momento. De hecho, Fernando no solo se caso una vez, sino cuatro. Al lado de la misteriosa mujer esta otra de las hijas del rey, María Isabel, que se caso con su primo y tuvo nada menos que 12 hijos. Al lado, la controvertida reina María Luisa de Parma.  Goya la planto figura central del cuadro con su fuerte personalidad y dominando totalmente a su marido Carlos IV.   De joven debió ser bastante guapa – cualquiera lo diría – y se le cuentan varios amantes.  Como ya no contaba con su belleza, se vistió fastuosamente con sus mejores galas y joyas, haciendo ostentación de su superficialidad. El pequeño niño al lado de ella es su hijo príncipe Francisco, un ser sensible y frágil, que sufrió las constantes burlas y chismorreos por parecerse tanto a uno de los amantes de la reina, Manuel Godoy - el pueblo tenía claro que era hijo de Godoy.  Justo al lado de la reina, el rey Carlos IV, un hombre débil de carácter.   Aunque llego al trono lleno de ideas y sueños, pronto estos fueron frustrados por la caprichosa y dominante María Luisa.   Su mujer y sus consejeros se encargaron de tenerlo bien controlado y de que ninguno de sus propuestas se llevasen a cabo.  Se dice que muríó fracasado y decepcionado. Detrás de él vemos  a su hermano  Antonio y escondida a su lado a la hija mayor del rey, princesa Carlota.  A Carlota la amañaron en matrimonio cuando solo contaba con diez años.  Carlota fue una mujer ambiciosa y por un tiempo llego a ser reina de Portugal. Las últimas tres figuras de nuestra derecha muestran al hermano de la reina, Don Luis de Parma, y a su mujer, Maria Luisa, con su bebé. Luis era tío carnal de María Luisa, que era le segunda hija de del rey. En un principio Luis se iba a casar con Carlota, pero se enamoró de María Luisa, que era alegre e inteligente, e insistió en casarse con ella.
Como bien relataba en mi anterior entrada, los protagonistas fueron pintados individualmente.  Goya al fondo aparece como mero espectador retratista.  El rey Carlos IV llamaba a este cuadro  “de todos juntos” y originalmente estuvo colgado en el Palacio Real de Madrid. 

No era de extrañar que entre tanto primo carnal casándose y mezclándose  las mismas ramas en varias generaciones, creasen seres incapaces y tarados en intelecto y moral.  El propio rey Carlos IV era primo carnal por parte parterna de María Luisa y pariente cercano por vía materna.  Pero eran reyes y príncipes, regentes que debían gobernar un gran país, ostentar la batuta de España, y el gran desastre de su linaje y sus vidas abocaron en el peor de los horrores: el dominio, la guerra, la extrema pobreza  el caos,   la muerte.

¿Pero quienes fueron realmente estos personajes?  ¿Cuales fueron sus individuales historias?  ¿Podrán defenderse a mis calumnias?  ¿Podré tener piedad de ellos después de escuchar sus relatos suplicando clemencia?

Escuchemos que es lo que nos tienen que decir cada uno de ellos. ...

miércoles, 20 de febrero de 2013

Visitando a Goya




Silvia me mete siempre en estos maravillosos “fregaos”  y le estoy muy agradecida, deseando que me prepare el que viene.  Es una apasionada de Madrid y con ella estoy descubriendo el  apasionante Madrid desconocido que no aparece en las guías.

Ya me tenía organizado el día del jueves.  Quedamos a las 11 para ir en  el cercanías que nos llevaría a Atocha.  Un día estridentemente soleado y suave de febrero nos acompaño en todo momento y lo disfrutamos como dos chiquillas haciendo travesuras. 

Atocha para arriba por el Paseo del Prado hasta llegar al Museo del Prado, la primera y más importante visita de nuestra aventura. ¡A por “Goya! ¡A por Velázquez!  


Goya está repartido en sus tres plantas, así que tuvimos la oportunidad de perdernos un poco. En la sala 32 estaba plantado el cuadro que estaba ansiando ver, y tal como os he contado en “lamiradadegoya”, me había empollado un poco: La Familia de Carlos IV. Sabía de cada uno de sus protagonista, pero quería ahondar más.  Ya se le veía pintas traicioneras al futuro rey Fernando todavía un chiquillo casi adolescente, o es que quizás  lo mire con  ojos de rencor por el gran mal que nos hizo.  




¡Y  a esa María Luisa que lo malcrió!  ¡Y el calzonazos de Carlos IV!  Pero más allá de mis prejuicios miraba a Goya al fondo y le preguntaba:  ¿Y tu qué opinas?  ¿Qué se te pasaba por la cabeza cuando los pintabas?  ¿Ya le veías maneras al Fernandito? La curiosidad me carcomía y Goya, ahí, … ¡sin moverse un ápice!, pero su mirada, … su mirada ….parecía que quería decirme cosas.  La cabeza era un hervidero, fluyendo, en busca de revelaciones, y en ese momento decidí “descubrir la mirada de Goya”.


En una nube de excitación bajamos para buscar la sala 64-65 donde está la última época de Goya.  La mirada de Goya se me aparecía horrorizada, esperpéntica, desquiciada.  La emoción y la tristeza me embargaban.  Estos cuadros casi diabólicos, macabros, grotescos eran un compendio de maldad humana, hambre, desesperación, caos, …….  muerte.


Nada. Ello dirá. 1814-1815  Desastres de la guerra [estampa], 69

La voz de Silvia diciéndome: “tenemos que ir a comer” me saco de mi aturdimiento, y afortunadamente el entrar en contacto con el esplendoroso sol invernal de Madrid me revitalizó.


Habíamos reservado en el restaurante “Vintage” a las 14.30, que estaba pasado  Colón, ya en Paseo de la Castellana, por lo que tendríamos que andar todavía el paseo del Prado y Recoletos;  ¡una buena tirada!  A falta de tiempo, el bus  27 era la mejor elección, ya que vienen constantemente.
Muy cerca del barrio, donde viví parte de mi niñez hasta que me casé, estaba Vintage, un restaurante bastante puestecito pero con un menú bastante asequible de lunes a viernes “16€”   Según luego cotillee dicen cocina mediterránea de vanguardia. La entrada bastante original con un pasillito estilo campestre con frases de Oscar Wilde, y al entrar te topas con  una sala amplia con una acertada combinación de estilos con muchos dorados y espejos.  ¡Menos mal que sabíamos que veníamos de menú del día, porque si no me esperaba clavazo!  No recomendable para los que tengan mucho apetito y poca paciencia.  La comida excelente pero reducida  en contenido, eso si el plato super original no te cabe en la mesa.  Aunque no había muchos comensales, el servicio parsimonioso, por eso digo que os arméis de paciencia – no apto para mi marido. Lo que más me desilusiono fue el postre: Solo tenían uno del menú y encima tenía que ser de chocolate – soy de las raras que no me gusta, aunque soy muy golosa-, así que cafetín.
Cuando nos íbamos a marchar Silvia quería ir sin falta al baño.   ¡El cuarto de baño es lo mejor!
 – Silvia, tu nos has venido aquí a ….. sino a ver el cuarto de baño – le dije, y nos entró de tal manera la risa, que llorábamos sin poder parar  Imposible de encontrar si no preguntas, ya que se encuentra detrás de  unas cortinas muy tupidas de terciopelo, sin puerta,  lleno de dorados, espejos, muy moderno y original, …..,; ah si, no esperes intimidad, es mixto, pero sin meaderos de pie (menos mal)  

Toda contentas después del museo del Prado y del cuarto de baño, decidimos ir dando un paseo a nuestro siguiente destino “Circulo de Bellas Artes” en plena calle Alcalá;  pero tropezamos con los Impresionistas.  


La Fundación Mapfre expone  las obras maestras de “los Impresionistas y Posimpresionistas” el Musee D’Orsay. Destino o no, quién se podía resistir y encima gratis.  Menos mal que el tercio era muy diferente al de Goya, ¡o quizás no tanto!  La exposición fue excepcional y os recomiendo que vayáis lo antes posible, ya que solo hay tres meses para disfrutarla.  Podemos contemplar el cuadro fetiche “El Talisman” de Paul Sérusier de la tendencia y pintura  Nabis. Sobre esta exposición hablaré en una entrada especial dentro de poco.


Ya saturadas pero encantadas por nuestro glorioso día, y atardeciendo, nos encaminamos aceleradas a ver el atardecer en el “atico” del Circulo de Bellas Artes.  Merece la pena pagar 3€ para ver las  las vistas del atardecer de la zona neurálgica de Madrid.  Las fotos por estar sacadas con móvil desmerecen las vistas, que son mucho más impresionantes, pero ¡aquí van!
Para rematar un cafetito en el Circulo de Bellas Artes, contemplando la mítica calle Alcalá.








Ya no tan animadas, pero satisfechas, nos adentramos en el metro de Banco de España hasta nuestros destinos: Hacer la cena a nuestras familias.

Dedicado a mi entrañable y chulapa en cuerpo y alma Silvia.

lunes, 18 de febrero de 2013

Descubrir la mirada de Goya



El jueves pasado estuve en el Museo del Prado con una amiga para ver solo Goya y algo de Velázquez.  Poco antes había leído sobre el cuadro de la Familia de Carlos IV y sus personajes, por lo que ansiaba tener el original ante mis ojos.  El cuadro me impresiono por su maestría, pero me sobrecogió el conocer tan de cerca sus protagonistas, algunos tan devastadores y prepotentes como la reina María Luisa de Palma y su hijo y futuro rey Fernando.  ¿Quiénes fueron realmente esos personajes retratados? ¿Qué pensaba Goya?  ¿Qué fueron de aquellos años convulsivos posteriores?  ¿Cómo  aquella mirada se convirtió en esperpéntica y horrorizada con los desastres de la guerra?

No hace mucho tiempo descubrí de que mi vínculo con Goya iba más allá de la admiración.  MI bisabuelo Victoriano era aragonés, eso lo sabía, pero no que nació en Fuendetodos, como Goya, y que algo de su sangre corre por mis venas.  

La curiosidad me dio la idea de descubrir esa mirada, de intentar adivinar esos pensamientos, de desentrañar esos personajes más allá de sus nombres y títulos, haciéndoos partícipes en mi blog de estas revelaciones.  Estos personajes nos llevarán a otras historias y a otras miradas de Goya, por lo que os invito a acompañarme a esta nueva aventura y a descubrir la mirada de Goya.

La Familia de Carlos IV supone la culminación de todos los retratos pintados por Goya en esta época. Las cartas de la reina María Luisa de Parma a Godoy nos revelan paso a paso la concepción del cuadro.   En Mayo de 1800 comenzó a trabajar en él, cuando la familia real pasaba una temporada en el Palacio de Aranjuez. Entre mayo y julio realizó los bocetos con los retratos al natural de cada uno de los miembros de la familia real. Por deseo de la reina el pintor los retrato por separado, lo que evitó que todos juntos debieran posar durante larga y tediosas sesiones.  La entrega definitiva del cuadro fue en 1801. ¿Ridiculizaba en su mirada Goya a los personajes regios?  Existen documentos  en los que la reina comenta que están quedando todos muy propios y que ella estaba muy satisfecha.  Si la reina y su familia hubiese sido ridiculizada seguro que el cuadro hubiese sido destruido y Goya hubiese caído en desgracia, de hecho, se sabe que Carlos IV aludía a él castizamente como el retrato “de todos juntos”, y parece que sus protagonistas se vieron fielmente representados y pudieron quedar complacidos.   Si se comparan sus retratos con otros contemporáneos, se puede observar que Goya los pinto notablemente favorecidos, tratando de “servir a sus señores del mejor modo posible”.  Pese a ello, en el pasado se vio en el cuadro una crítica del Goya a la monarquía, con alusiones al aspecto aburguesado de los protagonistas. Se cuenta que  Pierre-Auguste Renoir al visitar este cuadro exclamó: “El rey parece un tabernero y la reina una mesonera  … o algo peor, ¡pero qué diamantes le pinto Goya!”  ¿Quizás los personajes no fueron capaces de descubrir la visión de Goya más allá del mero aspecto físico?  ¿Quizás las miradas soberbias y altaneras de algunos de sus protagonistas eran considerados como favorecedores atributos a sus actores? 

Acompañarme a través de la historia y a extraer de cada protagonista del cuadro su relato. 
Descubramos "la mirada de Goya"